La épica que siempre nos acompaña. El plus de la grandeza. Eso que tiene San Lorenzo, indefinible, heroico, maravilloso, puramente nuestro. ¡Qué noche, Ciclón! Como tantas otras, coperas e inolvidables. San Lorenzo logró lo que para muchos sonaba imposible en un momento: clasificarse a pesar de arrancar perdiendo, depender de lo que pasaba en el otro partido (Palestino-Fortaleza) y golear, claro, para acceder al preciado segundo lugar en el Grupo H de la Sudamericana. Y lo hizo, por supuesto. Gracias al coraje de un grupo que nos sigue dando motivos de inmenso orgullo.
El 4-1 ante Estudiantes de Mérida (que nació 0-1, en apenas dos minutos de juego) ya está grabado en la memoria. Hubo que sufrir, sin dudas, porque el gol tempranero de Arenas transmitió nerviosismo y ansiedad. Pero San Lorenzo logró el descuento al final del primer tiempo (gol de Bareiro, de penal) y fue una tromba en el complemento, ya con Blandi (por Giay) en la cancha.
A los 9 minutos, Bareiro pegó un nuevo grito: potente cabezazo tras el buen centro de Martegani. Y a los 24, un golazo de Braida, que le pegó desde lejos y clavó la pelota en el ángulo izquierdo. Faltaba un grito más, el que hiciera posible la clasificación (por diferencia de goles). Y llegó del botín de uno de los jugadores más queridos, made in Boedo, el Perrito Barrios, puro talento. Armó un jugadón por la izquierda, eludió a su marcador y definió cruzado, para hacer estallar el Bidegain.
En Chile, mientras tanto, Fortaleza vencía 2-1 a Palestino (llegó a estar 2-0) y abría la puerta para el milagro. Uno más de San Lorenzo, fiel a su historia, a su grandeza, a esos momentos que lo hacen único. Ahora, a pensar en los playoffs de la Sudamericana. Y el sábado, claro, a dar batalla en el Torneo de la Liga, frente a Rosario Central.
¡Gracias, San Lorenzo, por otra noche épica!