Cuervo, Cuerva, cerrá los ojos. Y respondé con sinceridad: ¿Cuántas veces quisiste volver a vivir aquel 13 de agosto del 2014?
La gloria citaba a los millones de Cuervos dispersos por el mundo: los que colmaban el Pedro Bidegain y los que sufrían pegados al televisor, a la compu, al celu.
Los días previos eran de locura, de ansiedad, de espera. De pasión que desbordaba la cotidianidad. Matos, de volea, estampaba el 1-0 ante Nacional en Paraguay, pero Santa Cruz robaba la ventaja cuando el telón estaba por bajar y ponía el 1-1 en la primera final. Y a sufrir en casa. Porque si no, no sería San Lorenzo.
Y así llegaba un miércoles 13 como ningún otro. El nerviosismo imperaba. Papeles azulgranas. Banderas. Padres. Hijos. Desde Boedo. El Nuevo Gasómetro. "Dale San Loré, queremos la Cooopa". Y un partido con poco juego, mucha fricción.
Pero a los 36' del primer tiempo, Maximiliano Coronel golpeaba la pelota con la mano y Sandro Ricci, el árbitro del partido, sancionaba penal. Ortigoza salió de algún cuento de Soriano, y clavó el remate fuerte, a la derecha, para subir otro peldaño en el camino a cumplir con el sueño copero. Lo demás fue aguantar la embestida rival. Los latidos aumentaban con el correr de los minutos. La tribuna rezaba. El Ciclón se aferraba a la victoria y derribaba la utopía. Sonó el pitazo final. El aire se tornaba espeso, las lágrimas de emoción colmaban la escenografía, los hijos abrazaban fuerte a los padres y los padres a los abuelos. Los que ya no están se prendían al estrujón. Y el sueño que fue utopía y que de pibito se te negó, ya no importaba. Somos campeones de América. Y para siempre.
O quizá, San Lorenzo nunca ganó la Copa Libertadores. Fue ella, la que se enamoró del barrio. De los poemas y rezos dedicados. De las canciones y los colores. Los recibimientos. La pasión. La fidelidad de siempre. El desearla más que nadie. Y se vino a vivir a Boedo, para no irse nunca más.
Ahora sí: abrí los ojos. Recordá ese momento. Abraza a tu viejo. A tu pibe. O mándale un beso al que ya se fue. Y decile a ella, a la Copa, que es tu obsesión. Porque iremos por la segunda.