Miles de hinchas de San Lorenzo viajaron kilómetros para estar en el partido de ida de la Final de la Copa Libertadores. La fiesta en las tribunas fue notoria, al igual que la superioridad futbolística y anímica del conjunto de Bauza frente a un mezquino Nacional de Paraguay.
El Ciclón estuvo firme en todas sus líneas, sobre todo en mitad de cancha con Ortigoza y Mercier. No vamos a explayarnos demasiado en el rendimiento de estos dos jugadores que son calves en el funcionamiento colectivo.
Con Mas suelto y un Villalba incisivo, Nacional se resguardó en su campo y, en todo el partido, pateó sólo dos veces al arco. Sí: dos. El protagonista, el que se puso el traje de… el traje de ya sabés, fue el equipo de Boedo.
Tuvimos la pelota, espacios y capacidad para superar a un rival que no ofreció nada. En el segundo tiempo Matos, después de un toqueteo hermoso, remató de primera e hizo delirar a todos el pueblo azulgrana. El resultado era justo y San Lorenzo fue en busca del segundo tanto. Verón, Barrientos y Kalisnki, ingresaron por Villalba, Pipi y Ortigoza (2 amarillas) respectivamente.
Con la fiesta en las tribunas y una gran jerarquía en el césped, el 1 a 0 estaba seguro. Sin embargo… sin embargo hay que sufrir. En la última del partido y tras un pelotazo, Santa Cruz (muy parecido al final con Bolívar) le dio suspenso a esta infartante final. Fue 1 a 1 en Asunción.
El Equipo jugó un PARTIDAZO y mereció llevarse la victoria. El 1 a 1 deja un sabor amargo, pero sólo por el resultado. San Lorenzo fue más colectivamente (repetimos: esto es un EQUIPO con todas las letras), generó más chances y fue protagonista. ¿De qué hay que preocuparse? De lo de siempre, de sufrir. Pero el miércoles definimos la Final de la Copa Libertadores en casa; en el Pedro Bidegain, entre todos los cuervos.
Más que nunca, con la fe intacta y el fútbol a la vista: ¡Dale Sanloré… queremos la Copa!